Mis ojos son la espada que me arrincona en la pared
nunca nada me ha dolido mas
que lo que los cristales de sal hoy me enseñan.
Ni mis oídos me hablan de cosas tan dolorosas.
Es dolor qué para quien ha sufrido del cuerpo
entiende que no cabe a comparación.
Una herida que no deja cicatrices.
No es una llaga y nadie la puede ver
aún así está presente y me duele
está presente y me quema
está presente y me lastima
en un lugar específico
para este tipo de males
Un lugar que no es mi pecho,
no es mi corazón como tal,
no es mi estomago, ni es mi cabeza.
Sino más bien una mixtura extraña de todos los anteriores
abstracta, deforme, de color gris.
Duele donde no te enseñan que se puede sufrir.
¿Como debo apaciguar el dolor que siento
en el lugar en que, en este momento,
no siento sino el mas vasto vacío?
A tantos temblores me exponen mis ojos
nada está en orden, es difícil concentrarse.
En oscura alianza, con mi ego y mi confianza,
mis sueños, hoy, me dan la espalda.
No se sorprendan si de pronto no pueden ver mis ojos con claridad,
ya a simple vista se notan sus oscuras intenciones
que nunca permitirían la felicidad del ignorante.
Ni la órbita de mis ojos, ni mis pestañas, ni mis parpados
me protegen del exterior, mas bien, conspiran
para mostrarme la dureza de la vida, la realidad.
No se sorprendan si con el tiempo,
en el lugar donde deberían encontrar mis ojos
solo encuentran negras cortinas,
mantos de mi soledad.
De esa manera permanezco fuera de mira,
ocultando las intenciones de mi mirada.
Por eso hoy salgo con mis gafas oscuras.
Manto de mi soledad.
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